Emprender no es ir a Disney
Tener una empresa pequeña te obliga a tomar decisiones todo el tiempo.
En el pasado me fue muy difícil tomar microdecisiones cada día. Estar ante decisiones mayores se sentía como estar en un callejón cerrado, con una horda de zombis a punto de alcanzarme.
Ahora, después de casi 20 años emprendiendo, me es relativamente fácil mantener la calma ante situaciones difíciles.
Por ejemplo, algunas veces que el flujo de dinero no permite el pago de la nómina completa del equipo y, cuando eso pasa, hacemos un circo administrativo para lograrlo.
Estuve tres semanas a 8 mil km de Mérida en mi anhelada travesía a pie por Portugal y España, haciendo el Camino de Santiago. Eso suena a éxito. Eso me daría la aprobación de mis antiguos compañeros de la Universidad de la Meritocracia ("Madrugatum, ergo millonarum"), pero deseo manifestar con cínico orgullo que no soy exitosa. Puse una parte de mi fondo de viaje para contrarrestar la falta de sincronía en el flujo financiero de la agencia.
La verdad es que ya no me importa ser exitosa. He tenido una larga historia de “fracasos empresariales”, aunque el balance final considero que es positivo. Supongo que se cumple la regla de que menos por menos es más.
Frecuentemente hablo de mi descubrimiento más reciente: más que una empresa, lo que tengo es un autoempleo que me gusta mucho, la mayoría del tiempo, ¡y eso está muy bien! La riqueza y la libertad financiera que nos prometieron a los jóvenes del Y2K a cambio de portarnos bien, me parecen ahora una farsa romántica más.
¿Por qué estoy escribiendo esto? Porque está bien vulnerarse un poco a cambio de saborear en comunidad la carnita de la vida, porque el silencio sostiene lo insostenible y porque estoy un poco cansada de fingir que los emprendedores vivimos en Disney.
La vida está pasando rápido y, como hemos aprendido, el cambio es constante en cada uno de nosotros y también en este pequeño organismo llamado Yoco, así que solo hay que dejarse llevar.
Abrazo al presente y sigo mi Camino.